¿Qué es la transexualidad femenina? ¿Y la masculina? ¿La transexualidad tiene relación con la homosexualidad? ¿Qué significa el término transfobia? ¿Es lo mismo orientación sexual que identidad de género?. Es posible que si nos paramos a pensar podamos responder estas preguntas, pero… ¿lo haremos de la manera correcta?.
La transexualidad es una de las grandes desconocidas en el abanico de la diversidad, la imagen que gran parte de la sociedad tiene de ella continua repleta de prejuicios derivados del miedo y el desconocimiento. Los ejemplos están a la orden del día:
A principios de 2017 la asociación de familias de menores transexuales “Chrysallis” lanza la campaña “Hay niñas con pene y niños con vulva” que pretende visibilizar la realidad de los y las menores trans advirtiendo en letras bien visibles de que la tasa de intento de suicidio entre los adultos transexuales a quienes se les negó su identidad en la infancia es del 41%. La respuesta no se hace esperar y aparece dispuesta a recorrer la geografía española mostrando la siguiente consigna pintada en un autobús: “Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen. Si naces hombre, eres hombre. Si eres mujer, seguirás siéndolo“. Un discurso lleno de odio hacia la diversidad de género que vuelve a ser actualidad durante 2018.
El 19 de junio de 2018 la OMS (Organización Mundial de la Salud) retira la transexualidad de la clasificación de enfermedades mentales, es decir, pierde la categoría de trastorno psicológico para quedarse en una cuestión física: la falta de adecuación del cuerpo al género. Tan solo han pasado unos meses desde que la comunidad médica ha dejado de considerarla una patología.
En la actualidad, proyectos de una nueva ley trans salpican la escena política nacional (borrador de la ley estatal transexual- 23F) y autonómica (proyecto de ley integral de identidad de género gallega) ante la clara evidencia de qué se hace necesario modificar las leyes vigentes.
Los avances en esta materia han sido muchos, pero insuficientes. Se dibuja pues un panorama que nos indica que el desconocimiento, las barreras y los prejuicios a los que las personas trans deben enfrentarse diariamente continuan presentes en prácticamente todos los ámbitos de sus vidas ( legal, educacional, laboral, social, familiar, sanitario, etc).

La definición internacional del trabajo social dice que “el trabajo social es una profesión basada en la práctica y una disciplina académica que promueve el cambio y el desarrollo social, la cohesión social, y el fortalecimiento y la liberación de las personas. Los principios de la justicia social, los derechos humanos, la responsabilidad colectiva y el respeto a la diversidad son fundamentales para el trabajo social. Respaldada por las teorías del trabajo social, las ciencias sociales, las humanidades y los conocimientos indígenas, el trabajo social involucra a las personas y las estructuras para hacer frente a desafíos de la vida y aumentar el bienestar”.
Nuestro código deontológico incluye cómo principios generales de la profesión la individualización expresada en la necesidad de adecuar la intervención profesional a las particularidades específicas de cada persona, grupo o comunidad y la solidaridad, como forma de implicarse en el logro de una sociedad inclusiva, y la obligación de oponerse a las situaciones sociales que contribuyen a la exclusión, estigmatización o subyugación social.
Además en su artículo 13 dice que “los/las profesionales del trabajo social, desde el respeto a las diferencias, proporcionan la mejor atención posible a todos aquellos que soliciten su intervención profesional según la identidad de cada cual sin discriminaciones por razón de género, edad, capacidad, color, clase social, etnia, religión, lengua, creencias políticas, inclinación sexual o cualquier otra diferencia.”
El trabajo social es una disciplina centrada en generar cambios, los y las profesionales que la integramos tenemos la obligación de conocer las peculiaridades de las personas con las que trabajamos, y en el ámbito que nos ocupa los aspectos sociológicos que rodean a las personas trans son fundamentales para entender su realidad y adaptar nuestra intervención a la misma.
Clarificar conceptos, visibilizar las dificultades sociales con las que se encuentran las personas trans y aplicar estos conocimientos de manera transversal en nuestras intervenciones (sea cual sea el ámbitos en los que desarrollemos nuestra actividad: servicios sociales, jurídico , sanitario, menores y adolescentes, inmigración, mayores, adicciones, mediación familiar, empresas, etc…) permitirá que los trabajadores sociales continuemos siendo verdaderos agentes de cambio.